domingo, 15 de enero de 2012

Esclavitud en el siglo XXI

Que la teoría suele ir por un lado y la práctica por otro es algo que imagino que a estas alturas todos intuimos. A nadie se le escapa que fechas que constituyen hitos en nuestra historia, acaban limitándose a ser meras declaraciones de intenciones que apenas han servido para que recordemos que uno de los objetivos más importantes que la humanidad debe tener en mente es hacer de este un mundo más empático, concienciado y responsable con todos nuestros semejantes, con el resto de seres vivos y con nuestro entorno.

Es lo justo; no sabemos por qué estamos aquí y dudamos de nuestro papel en el universo pero como seres pertenecientes quizás a la especie más evolucionada de este mundo tenemos cuanto menos la obligación moral de ser consecuentes y responsabilizarnos de una vez de todos nuestros actos tanto individuales como colectivos. Esto incluye más que otra cosa rectificaciones y enmiendas a tantos errores que venimos arrastrando y hemos querido tapar bajo la alfombra como si aún arrastrásemos la minoría de edad mental.

El origen de la esclavitud se remonta a la noche de los tiempos y con el devenir de los años ha ido adoptando las más insospechadas formas. Condensar en un artículo todas y cada una de las que actualmente perviven es tarea imposible de manera que he optado por ofrecer unas pinceladas más o menos detalladas de las que a mi juicio son más destacables repartidas en tres ámbitos: la esclavitud humana, animal y medioambiental.

Antes de empezar quisiera remarcar mi opinión de que la solución a todos estos problemas es sabida por todos y no es ningún misterio: todo pasa por la consecución de una mayor sensibilización desde los ámbitos familiar, de la ciudadanía y de la educación que conllevaría replantearse patrones de conducta arraigados y también, por ejemplo, recursos cinematográficos y publicitarios que transmiten estilos de vida y modelos de comportamiento poco comprometidos con el fin de los males de nuestro tiempo.

El Informe sobre la Trata de Personas de 2011 revela que hay entre 200.000 y 400.000 mujeres que ejercen la prostitución en España, en más de 3.000 establecimientos. Según informes de prensa y funcionarios del gobierno, aproximadamente el 90 por ciento de las mismas son víctimas de la prostitución forzada y están controladas por redes organizadas que operan en todo el territorio nacional. 

Las recomendaciones que nos llegan a propósito pasan por medidas tajantes como el suministro de datos completos sobre procesos judiciales y convicciones por trata y la aseguración de su desagregación del contrabando y otros delitos de la prostitución así como por el juicio y la sanción con dureza a todos los funcionarios públicos cómplices en los delitos de trata.

Otras formas en las que cosificamos a otros seres humanos vendrían representadas por el tráfico de órganos, la explotación infantil en fábricas del tercer mundo o determinadas pautas de conducta imperantes en algunas sociedades que chocan y aplastan los derechos de determinados colectivos. Sin embargo, no es menos preocupante la expansión de la autoesclavitud. Con esto me estoy refiriendo al poder que ejercen en nuestra sociedad occidental sobremanera dos prácticas muy relacionadas entre sí: el materialismo y el consumismo.

Es por todos sabido que nuestra sociedad occidental, a medida que ha ido ganando posiciones en cuanto a la calidad de vida, parece haber retrocedido posiciones en la escala del desarrollo personal. Los avances materiales han ido de la mano de un retroceso cultural, intelectual y una crisis de valores que ha potenciado y amplificado comportamientos y consideraciones injustos como el tanto tienes tanto vales, la frivolidad, etc. 

El poder del dinero y la ausencia de inquietudes generalizada por el compromiso social en cualquiera de sus innumerables vertientes han dado origen a una sociedad vacía; sin nada que aportar al progreso de la humanidad. La vida ha querido hacerse simple y se ha pasado a equiparar la felicidad con la plenitud material. La evolución de nuestra especie ha llegado a este punto en el que la mayor meta de muchos de sus miembros es, por poner un ejemplo, hallarse en posesión de la última novedad de Apple.

Esclavitud animal:
En lo referente a este tema el problema subyacente es el mismo; los seres humanos hemos puesto en primer lugar el beneficio económico; la reducción de costes y el aumento de los beneficios frente a la apuesta por un comportamiento ético que no pusiera la balanza tan en desventaja a un proceso de cría y sacrificio ético para los animales destinados al consumo.

Hacer justicia ante esas situaciones es uno de los principales retos de este siglo. A pesar de las reglamentaciones, en las empresas cárnicas se siguen violando los derechos del animal; muchos sobreviven en condiciones de hacinamiento desde que nacen (aves) en naves industriales en las que son tratados como objetos. Otros ejemplos serían la realidad de las industrias peleteras o los espectáculos públicos que aún conllevan vejaciones y maltrato animal.

Corregir los métodos desacertados que aún se emplean en mataderos y granjas de explotación, apostar por la reconversión de empresas que amparan e implican maltrato animal en o para sus actividades o la vigencia de algunos sectores es un tema al que tarde o temprano tendremos que hacer frente.

Por destacar alguno a modo de ejemplificación me referiré al caso de la peletería. El empleo en nuestros días de las llamadas pieles de lujo; es decir las de aquellos animales que han sido sacrificados nada más que por su piel o una pequeña parte de la misma (como sucede con las chinchillas) es un claro rasgo de arcaísmo. Al margen de esto, la funcionalidad que puede ofrecer es similar a las pieles derivadas de animales que han sido sacrificados por el aprovechamiento múltiple de su cuerpo e incluso a los productos que la industria de las pieles sintéticas nos ofrecen en la actualidad. Vuelvo a reiterar: ¿por qué no apostar por un estilo de vida lo más respetuoso posible con nuestros iguales, con el resto de especies y con nuestro entorno?.

Esclavitud medioambiental:
La diferencia básica entre el ser humano y el resto de animales es su capacidad de adaptar el medio para sobrevivir en él; por el contrario, el resto de especies desarrollan cambios que les permiten adaptarse a las condiciones del medio en el que viven. Es esta diferencia una de las claves del por qué ha llegado nuestra especie a donde ha llegado. Sin embargo, hemos llegado también a un punto en el que la posesión de esa habilidad nos ha confundido y nos ha llevado a sentirnos que estamos por encima de medio que al fin y al cabo sustenta nuestra existencia.

Las deforestaciones masivas en reservas y áreas protegidas que se ejercen impunemente bajo los más diversos pretextos y con el beneplácito de gobiernos inoperantes, la esquilmación de los caladeros, la sorprendente negativa de los líderes mundiales a apostar por modelos energéticos limpios son algunos de los ejemplos más conocidos de una lista casi interminable de perjuicios medioambientales que causamos con nuestro hacer irresponsable e inconsciente.

Quisiera incorporar aquí un mensaje sacado de una reciente conferencia sobre ecología política que resume a la perfección esa realidad que hemos optado por evitar ver: “no existe un crecimiento infinito en un planeta finito. Es utópico pensar que podemos seguir viviendo en un sistema socio-económico por encima de los límites ecológicos del planeta.” Es por todo esto que, bajo mi punto de vista, otra de las metas del ciudadano de este siglo debe ser la conciliación de las actividades humanas con la preservación medioambiental, no es tarea imposible y las circunstancias, nos apremian a ello.

Las plantas son capaces de producir sus propios alimentos a través del proceso químico de la fotosíntesis, gracias al cual, expulsan el oxígeno necesario para que el resto de seres nos mantengamos vivos, las funciones de las diferentes especies (productores, consumidores: herbívoros, carnívoros primarios y secundarios y descomponedores) aseguran el mantenimiento del equilibrio natural y perfecto de los seres vivos.

Una hipotética extinción de insectos como la abeja o la hormiga llevaría al fin de muchas especies vegetales y animales y según los expertos las consecuencias de esos hechos podrían ser dramáticos. Sin embargo, una eventual extinción del ser humano fue analizada en el documental La Decisión de Gaia, en el que se muestra que en términos ecológicos no pasaría nada, ya que aportamos poco a los ecosistemas en los que vivimos, sólo gastamos, somos los grandes consumidores y nadie nos consume (somos el gran depredador).

En el resto de términos, la vida en el planeta mejoraría. Todas las apreciaciones están siendo reflejadas en los documentales La Vida sin Nosotros y La Tierra sin Humanos. Uno de tantos esfuerzos encaminados a hacernos ser conscientes no sólo de la grandeza de muchas de nuestras acciones sino también del profundo grado de negligencia e indiferencia presente en muchos de nuestros actos, ¿qué nos impide rectificar?.

_Azulina____

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