martes, 14 de julio de 2009

Hipótesis sobre el mal de Alzheimer

Introducción

Digo humilde y lo subrayo encarecidamente porque yo no soy médico, y en ningún caso quisiera ser otro intruso pedante en la sagrada ciencia de las ciencias, la medicina. Tan sólo soy un simple observador del entorno que me ha tocado vivir, y, creo que tengo, un poquito, el derecho a revelar los resultados de esta observación cotidiana y seguro que sesgada, que se ha ido sedimentando en mi memoria después de ver cómo la mayoría de mis antepasados que alcanzaron la senectud, se han ido apagando irremediablemente ante mis ojos durante diez, doce o quince interminables años en los que ya no eran ellos, eran despojos que seguían latiendo, seguían respirando y seguían padeciendo sin el menor conocimiento, cual zombies sin alma, cual sombras de lo que fueron, cual envases abandonados.

La posibilidad de un desencadenante genético ante tal confluencia de casos en mi familia, me ha hecho tener presente consciente e inconsciente esta terrible e innoble enfermedad, durante gran parte de mi vida, y que me mantuviera, sin quererlo, ojos avizor ante cualquier nuevo dato que ofrecieran las investigaciones que se están llevando a cabo de uno a otro confín.

Me considero en este sentido, un experto "de pueblo", un fray Gerundio de Campazas de la etiologia de esta enfermedad, y, en esta especie de ejercicio de falsa erudición me atreveré, y casi seguro que más tarde me arrepentiré, a emitir una hipótesis que mi conciencia estima sinceramente necesario divulgar, sobre el mal de Alzheimer.

Definición

La enfermedad de Alzheimer (EA), también denominada mal de Alzheimer o simplemente alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa, que se manifiesta como un deterioro cognitivo y trastornos conductuales. Se caracteriza en su forma típica por una pérdida progresiva de la memoria y de otras capacidades mentales, a medida que las células nerviosas mueren y diferentes zonas del cerebro se atrofian.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Enfermedad_de_Alzheimer

Etiología

Las causas de la enfermedad de Alzheimer (EA) no han sido descubiertas. Existen tres principales hipótesis para explicar el fenómeno: el déficit de la acetilcolina, el acúmulo de amiloide y/o tau y los trastornos metabólicos. Sin embargo, yo los considero síntomas fisiológicos y no causas, sino consecuencias observables.

Reflexión

La honorable ciencia de las ciencias, necesita también de vez en cuando algún que otro ejercicio de humildad, y replantearse cada cierto tiempo algún que otro mecanismo procedimental como pudiera ser la metodología de recabar l a información experimenta desde posiciones tan extremas como la minería exhaustiva de datos estadísticos y recobrar tal vez, y digo sólo tal vez, aquella observación intuitiva y casi infantil por su simpleza, que imprimían los antiguos en sus investigaciones. La racionalidad y la intuición son hermanas gemelas. Como diría Heráclito de Efeso, distintas pero semejantes. Sobre todo, complementarias.

La medicina a veces duerme endiosada. Ayer mismo, una enfermera en su primer día de practicas le ponía a un bebé sano alimentación por vía intravenosa, pero no algún suero enriquecido de nutrientes, no, le ponía leche materna por vía intravenosa. Naturalmente no se pudo hacer nada por el desgraciado neonato, y puede que el caso hubiera pasado desapercibido si no fuera un caso mediático, ya que su madre era la segunda víctima mortal de gripe A en España, es decir, que murió pocos días antes al complicársele una neumonía asmática con la "terrorífica" gripe A, la misma que millones de personas seguro que ya han pasado ya sin enterarse que era la gripe de Freddy Krouger.

Pocos meses antes estuvo a po+unto de desmantelarse el sistema sanitario público de Madrid por una acusación de eutanasia a un hospital que aplicaba cuidados paliativos a enfermos terminales como en cualquier otro hospital sin salirse ni un ápice del protocolo. Por supuesto que se demostró lo contrario, pero entre tanto, se embarró la carrera de unos excelentes profesionales y se movieron las fichas políticas, tal como lo había planeado desde un principio esta ultracatólica acusación.

Por H o por B, la medicina actual es, como es. Y debería mirar al futuro sin perder de vista el pasado. Ahora, con el permiso y beneplácito de la magna inquisición galena, la vista gorda también me vale, trataré de exponer mi cosmovisión de esta compleja enfermedad.

Hipótesis

Es seguro que esta hipótesis ya se habrá barajado al menos en parte. Sin embargo, hay algo con lo que aún no he tenido la experiencia de verlo reflejado en ninguno de los estudios como premisa causal de la EA ni siquiera como un factor poco relevante, y es algo tan sencillo de entender y tan notorio que realmente me sorprende que no se encuentre entre las variables de peso que desencadenan la EA, e incluso como factor principal: la deshidratación.

Yo no creo que éste sea el único factor desncadenante de la EA, sin la conjunción de otras variables, o quizá de la confluencia de todas ellas en diferentes proporciones imposibles de medir, las que de manera casi siempre desapercibida ponen al individuo en una espiral de apatía e inactividad que con el paso de los años desencadena el cuadro de esta enfermedad.

Una de las peculiaridades de la vejez es que se deja de tener la sensación de sed.

En los mayores el metabolismo es más lento y la combustión celular es menor debido a la disminución de las actividad físicas y mentales, por lo que las necesidades de agua y de oxígeno son menores y la sensación de sed se hace tan débil que termina desapareciendo. Esto es un hecho comprobado. Y precisamente acabo de mencionar otro de los grandes factores desencadenantes del deterioro neuronal, la inactividad.

Son aspas de un molino que se va acelerando poco a poco y que cuando llega a detectarse ya es imposible de parar. Una sensación vaga de sed unida a cierta pereza que da lebantarse al tener las articulaciones anquilosadas por permanecer demasiado tiempo en una silla, y a su vez, cuando uno está viendo su programa de televisión favorito o cuando está en la deliciosa compañía de un ser querido al que no se quiere interrumpir ni poner fin, tiene como resultado que la persona no se tome el par de buenos vasos de agua que su organismo necesita en ese momento.

Circunstancias como la de este ejemplo son mucho más cotidianas de lo que se piensa. Nuestros ancianos no son conscientes de lo que su organismo necesita y la frustación de necesidades tan elementales como la del líquido vital tienen su mayor efecto destructivo en el sistema nervioso, piénsese en cómo se siente una persona cuando ha recibido una fuerte dosis de insolación, esa sensación de ahogo, de mareo, de cansancio, de desorientación y de pérdida de consciencia hasta la enagenación que llega a producir una larga exposición al sol, se repite muchos días en nuestros ancianos por la simple insuficiencia de líquidos. Una insolación no muy grave en una persona jóven permite su recuperación con el tratamiento adecuado, pero si la insolación es fuerte deja las mismas secuelas en el sistema nervioso que las que he podido apreciar en cualquier enfermo de Alzheimer, aunque en estos últimos las lesiones parecen ser más graves y localizadas en la corteza cerebral que en el resto del sistema nervioso.

La jubilación, el ocio obligado por otras enfermedades, la ausencia de esfuerzo tanto físico como mental al recibir, gracias a la televisión y al resto de las tecnologías todo tipo de información y de comodidades sin ningún esfuerzo hace que la memoria y el intelecto dejen de ser necesarios y por tanto de usarse.

La pérdida de facultades y de reflejos que trae consigo el desgaste de la vejez, hace que nuestros mayores delegen las actividades y toda responsabilidad en otros que lo harán mucho mejor por supuesto, pero que los dejan apartados voluntariamente o no, de los procesos vitales que mantienen al cuerpo activo y a la mente despierta.

Si a todo esto añádimos el factor de tristeza emocional derivada de la pérdida de seres queridos, algo más natural cuanto se alcanza mayor edad, tristeza emocional derivada de la percepción de un mismo cada vez más deteriorado y temeroso de que cualquier paso en falso desencadene un traumatismo o algo peor, hace que la mente se fije obsesivamente en los recuerdos de otros tiempos y se deje de prestar atención a un presente que no tiene nada de emocional sino más bien de decadente. Cuando no se presta atención a las cosas éstas no se fijan en la memoria que cae en desuso, y nuevamente, lo que no se usa se atrofia.

Incluso esas oraciones tristemente repetitivas que nos inculcan desde pequeños tienen los efectos perniciosos que produce el introducir la mente en círculos interminables y viciosos. Sinceramente creo que hay pocas cosas más autodestructivas mentalmente que esos rosarios que tanto acostumbraban repetir nuestros antepasados. Esa forma de interpretar la religión mata en silencio, o bueno, más que en silencio en un mónotono y gris run run de los idiotas, y me perdonen los que se sientan ofendidos.

Si yo fuera uno de esos filósofos presocraticos griegos diría que la EA es un castigo que los dioses nos envían por desviar nuestros usos y costumbres de las directrices naturales.
Vivimos en entornos cada vez más contaminados y desnaturalizados, y eso pasa factura de muy diversas formas, degradación del sistema nervioso periférico y lo llamamos Parkinson, acumulación de sustancias perniciosas en los tejidos que originan desviaciones en su crecimiento, y lo llamamos cáncer, degradación del sistema nervioso neurocortical, y lo llamamos Alzheimer.

Yo los llamaría a todos ellos avisos. Avisos de que no estamos en el camino correcto. Avisos de que hay que sanar primero el entorno para poder sanarnos a nosostros. Avisos de que la mejor manera de curarse es no enfermar, y estamos enfermando nuestro entorno natural hasta que ya no quede nada, hasta que ya no haya retorno ni espacio para una vida digna.